“Es ella o yo”, dijo con firmeza y cumplió con esa frase que han dicho una inconmensurable cantidad de mujeres. Marta Salinas, la esposa durante 28 años del minero Johnny Barrios no lo esperó en la bocamina de San José. Allí, en su lugar, estaba Susana Valenzuela, su novia, su amante, "la otra”.
Marta desconocía la existencia de Susana, hasta que ambas se encontraron en el campamento de Copiapó llorando por el mismo hombre que, casi 700 metros abajo, se podría decir que había encontrado un lugar seguro donde esconderse. Al menos por unas semanas.
Dicen que el tiempo cura las heridas. Pero 70 días no le bastaron a Marta para cicatrizar lo que vive como una traición. Por eso, ella no estuvo entre los familiares que gritan, rezan, se abrazan y lloran de algarabía al recuperar a sus seres queridos que vuelven del viaje del centro de la Tierra.
“Estoy contenta porque se salvó, es un milagro de Dios, pero yo no voy a ir a ver el rescate. Él me lo pidió, pero resulta que también invitó a la otra señora y yo tengo decencia”, había dicho y prometió tajante: “La cosa es clara: ella o yo”.
Marta no fue siquiera una de los millones de espectadores que sigan hipnotizados a través de la pantalla las alternativas del rescate. “Ni por la tele lo voy a mirar”, había dicho casi al bordel del rencor. “Por conversaciones por teléfono y cartas que me ha enviado tengo claro que está bien y con eso me basta”, agregó.
El triángulo amoroso se convirtió en una de las historias más atrapantes dentro del drama de los mineros y llegó a oídos de todo el mundo. “En la Moneda (la casa de Gobierno chilena) conocen mi problema y la Primera Dama (Cecilia Morel) me dijo que no era mala mi decisión de no ir, de dejar que vaya ella (su nueva pareja) tranquilamente”, contó.
Y así fue. Susana lo recibió súper producida especialmente para la ocasión con un vestido floreado y mucho maquillaje, que contrastaba con el casco blanco de minero que le pusieron. Así lo esperó a su gran amor, a Johnny o Yonni como también escriben en Chile. Lo abrazó y lo besó fuerte, apasionada.
Johnny se convirtió de hecho en el “enfermero” de la mina y fue uno de los encargados de monitorear la salud de sus compañeros en las entrañas del yacimiento. Los vacunó uno a uno. Como su madre era diabética, aprendió desde chiquito a dar inyecciones.
Casi a las 16:30 se convirtió en el minero número 21 en dejar el yacimiento y tal como prometió Marta no estuvo allí.
Marta desconocía la existencia de Susana, hasta que ambas se encontraron en el campamento de Copiapó llorando por el mismo hombre que, casi 700 metros abajo, se podría decir que había encontrado un lugar seguro donde esconderse. Al menos por unas semanas.
Dicen que el tiempo cura las heridas. Pero 70 días no le bastaron a Marta para cicatrizar lo que vive como una traición. Por eso, ella no estuvo entre los familiares que gritan, rezan, se abrazan y lloran de algarabía al recuperar a sus seres queridos que vuelven del viaje del centro de la Tierra.
“Estoy contenta porque se salvó, es un milagro de Dios, pero yo no voy a ir a ver el rescate. Él me lo pidió, pero resulta que también invitó a la otra señora y yo tengo decencia”, había dicho y prometió tajante: “La cosa es clara: ella o yo”.
Marta no fue siquiera una de los millones de espectadores que sigan hipnotizados a través de la pantalla las alternativas del rescate. “Ni por la tele lo voy a mirar”, había dicho casi al bordel del rencor. “Por conversaciones por teléfono y cartas que me ha enviado tengo claro que está bien y con eso me basta”, agregó.
El triángulo amoroso se convirtió en una de las historias más atrapantes dentro del drama de los mineros y llegó a oídos de todo el mundo. “En la Moneda (la casa de Gobierno chilena) conocen mi problema y la Primera Dama (Cecilia Morel) me dijo que no era mala mi decisión de no ir, de dejar que vaya ella (su nueva pareja) tranquilamente”, contó.
Y así fue. Susana lo recibió súper producida especialmente para la ocasión con un vestido floreado y mucho maquillaje, que contrastaba con el casco blanco de minero que le pusieron. Así lo esperó a su gran amor, a Johnny o Yonni como también escriben en Chile. Lo abrazó y lo besó fuerte, apasionada.
Johnny se convirtió de hecho en el “enfermero” de la mina y fue uno de los encargados de monitorear la salud de sus compañeros en las entrañas del yacimiento. Los vacunó uno a uno. Como su madre era diabética, aprendió desde chiquito a dar inyecciones.
Casi a las 16:30 se convirtió en el minero número 21 en dejar el yacimiento y tal como prometió Marta no estuvo allí.
Video del encuentro: Dos Mujeres y Un Minero
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