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sábado, 18 de septiembre de 2010

"EL DUQUE" LA ULTIMA LEYENDA


El 3 de junio de 1998, Orlando "El Duque" Hernandez se subió a la lomita del Yankee Stadium y antes de hacer su primer lanzamiento en Grandes Ligas vio pasar su vida delante de sus ojos.

La suspensión de por vida de la pelota cubana, el incesante acoso policial, los ocho intentos infructuosos de escapar de la isla y la huida definitiva en la Nochebuena de 1997 pasaron como una película, mientras la mirada de El Duque se perdía entre la multitud que colmaba los graderíos de la Catedral del béisbol.

Hernández, el pitcher con mejor récord de ganados y perdidos en las Series Nacionales de Cuba, vivió un calvario que comenzó el día de 1995 en que su medio hermano, Liván, desertó de la selección durante un entrenamiento en México.

Desde entonces, empezó una vigilancia sobre el lanzador del equipo Industriales, quien pasó a ser poco confiable para las autoridades.

Orlando nunca escondió su decisión de mantener contacto con Liván y eso fue suficiente para despertar las sospechas de los comisarios político-deportivos.

Dos interrogatorios de 12 horas por parte de agentes de la seguridad del estado y la participación como testigo en un juicio en el que terminó siendo acusado fueron el anticipo a la suspensión de por vida que llegó un año después, por un supuesto intento de deserción.

Y ni decir de la humillante nota publicada en el diario Granma, donde calificaban al pitcher de mafioso y delincuente.

El jefe policial del barrio le prometió ponerle La Habana del tamaño de un sello de correo, sin un lugar donde pudiera esconderse de la vigilancia oficial.

"¡Ciudadano, identifíquese!". Así le dijo el testaferro a través de la cerca que delimitaba el patio de su casa.

"¿Identifíquese de qué? Yo soy El Duque y estoy en mi casa", dijo Orlando.

"No, tú eras El Duque y ahora no eres nadie", le señaló amenazante el agente.

Cuba entera se le hizo mínima, asfixiante, al pitcher, a quien no le quedó más remedio que escapar.

El 24 de diciembre de 1997, aprovechando la primera celebración navideña en casi 40 años, se hizo a la mar en una lancha, junto a varios amigos y familiares.

"Yo no vine a Estados Unidos a jugar béisbol. Yo vine porque necesitaba respirar. Si lograba jugar, pues perfecto, pero eso era en ese momento secundario". Y pudo. Varios equipos se interesaron en sus servicios, pero El Duque tenía una determinación en mente.

"Si puedo firmar con los Yankees, aunque sea por menos dinero, eso es lo que quiero", le dijo a Joe Cubas, su agente de entonces. Luego vendría una breve estancia de aprendizaje en las Menores, hasta que fue llamado para abrir de emergencia en las Grandes Ligas.

"¿Qué tengo que llevar?", preguntó. "Nada. Tú lanzas y luego regresas para acá", le respondieron.

"Qué va. Cuando yo llegue a las Grandes Ligas no vuelvo pa´tras".

Y así fue. El 3 de junio de 1998 comenzaba a andar el camino que lo llevaría a ganar cuatro anillos de campeón de Series Mundiales, los tres primeros con los Yankees en 1998, 1999 y el 2000, el cuarto con los Medias Blancas de Chicago en el 2005.

Empezaba a fomentar su reputación de ganar siempre los juegos grandes, a elevarse a un nivel superior, reservado sólo a unos pocos elegidos.

Nacía para la gran fanaticada del mejor béisbol del mundo El Duque Hernández, la última leyenda del béisbol cubano.





(Tomado del libro en preparación "La última leyenda")

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