La palabra whisky deriva de usquebaugh o visge beatha, términos celtas que significan “agua de vida”. El whisky de malta, por el cual goza Escocia de merecida fama, se elabora con cebada malteada, tostada en un fuego de tuba, cuyo humo proporciona al whisky su característico aroma. La malta aromatizada se mezcla con agua pura de manantial para obtener por fermentación una cerveza que al ser destilada, produce una bebida alcohólica que luego se fermenta en barriles de robles durante un periodo de cinco a 20 años.
El whisky de cereales, por lo general de maíz, tiene un proceso de producción menos costoso que el de malta. Esto resulta en un aroma y sabor más suaves. El whisky escocés que se utiliza normalmente en la preparación de cócteles es una mezcla de whisky de malta y de cereales; mientras que el irlandés se elabora de forma similar al escocés, con la diferencia de que la cebada malteada no se tuesta y de que la bebida se destila por tres ocasiones.
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